miércoles, diciembre 10, 2014

Dos maduros en Japón (VII) - Entre lotos, anguilas y muñecas

4 de Octubre

¡El horror! Nos levantamos cómodamente y nos preparamos para afrontar el último día en Tokyo (hasta la semana final del viaje). Como parte de esas preparaciones hacemos la colada, porque llevarse ropa para tres semanas es un suicidio. La lavadora tarda poco, pero la secadora tarda eones. Es como si para secar la ropa le estuviese enviando a Corea del Norte para que la sequen a soplidos y vuelta. Total, que para cuando termina la secadora son ya las 1300. Otra parte de los preparativos consiste en preparar las mochilas grandes para enviarlas hasta el hotel en Kyoto. Así que perdemos una hora más en hablar con la amable gente del señor Yamato para que nos envíen las mochilas y por fin salimos del hotel. Cruzando los dados para que la ropa llegue y no nos pasemos el resto del viaje con dos camisetas y un pantalón.

Como es supertarde y anoche a las 1730 cogemos un par de bolas, como si necesitasemos excusas, y decidimos pasar la tarde en el parque de Ueno. El parque es algo parecido al del Retiro. Grande, lleno de gente, con un lago con barcas (mucho más horteras que las del Retiro sin embargo)... El lago en sí es bastante más grande sin embargo, aunque gran parte de su superficie está cubierta por plantas de loto de agua. No me parecen especialmente bonitas pero sin duda es un paisaje curioso.

No son exactamente los cisnes que esperaba...

Lo que sí es bonito son los templos y museos que hay desperdigados por el parque. No es que entrásemos en ninguno, que eso sería de personas respetuosas hambrientas de conocimiento, pero el paseo por el parque merece mucho. Aunque conviene avisar en contra de los tenderetes de comida del parque. Caros y no muy buenos. El plátano cubierto con chocolate apesta.

Aunque los gatos de las esquinas que se pasan el día ahí para que les acaricies compensan el horror de la comida...

Comemos/merendamos en un sitio pijo, Izuei Hontei, cercano especializado en anguila. Una vez probé el sushi de anguila en Madrid y a pesar de ser considerablemente más caro que el resto, me enamoró. Eso no me pasó con esta anguila. Pedimos anguilas al grill, semihechas, en tempura y en modo sopa de hígados. Vamos, las pedimos de todos los sabores y colores. Y sólo la anguila en tempura valía su desorbitado precio. No  me queda muy claro por qué vale tanto para ser algo que no tiene un sabor demasiado especial...

La sopa de hígado tiene esta pinta. De nada.

Decidimos que para acabar la tarde y nuestra estancia en Tokyo no hay nada mejor que volver a los sórdidos recovecos de Roppongi. Pero esta vez salimos al centro de arte Mori. Veréis, la salida normal lleva a los burdeles y demás, pero la otra lleva a un edificio de 54 plantas en la cima de una colina que mezcla en su haber un museo, tiendas, viviendas y oficinas. Todo pijísimo. Hasta tenían un Zara.

No sé si el señor Mori estaba intentando compensar algo o qué...

Subimos al museo/observatorio en la planta 52, pagando el extra que te permite subir al helipuerto de la azotea. Sí, a pesar de ser una rata no tengo problemas en gastar dinero en subir a lugares altos. Soy un murciélago. ¡¡EL MURCIÉLAGO!!... ejem... Pasado el momento de megalomanía debo decir que la vista es increíble. Especialmente de noche con todas las luces de la ciudad encendidas. La Tokyo Tower tiene unas luces bastante menos horteras que las de la torre Eiffel.

Quizá no os parezca bonito, pero eso es porque no habéis visto el horror de luces que tiene la torre francesa...

Por otra parte, el "museo" es una roña. Es una colección recogida/creada por el artista Lee Mingwei. El mero hecho de que aparezca la palabra conceptual debería dar una pista de lo que se puede encontrar. No apto para ingenieros. Pila de ropa con hilos, vídeo de un tío cocinando, el Guernica hecho con arena y  reconstruido a la buena de Dios tras ser desfigurado por las pisadas de los visitantes, una colección de piedras de glaciares de incontables años con réplicas creadas por humanos al lado en la que el propietario de cada piedra debía decidir si se quedaba con el original o con la copia... Yo no sé si la gente es tonta o lo soy yo.

También tenían una colección de muñecas expuesta en el observatorio. Inquietante. Tanto que MrK decidió dejar un espacio prudencial entre las muñecas y su persona. También un bar "español" del que nos estuvimos descojonando un rato. Y una tienda con figuras hechas juntando componentes electrónicos.

Pasen y jueguen a "Adivina qué plato es este"

Tras la experiencia nos fuimos a la zona sórdida otra vez, que esta vez parecía ligeramente menos sórdida... hasta que un montón de negros, es la única zona que hemos visto con gente de color en todo Tokyo de hecho, nos empezaron a ofrecer "pussy". Oooooookeeeeeeey... awkward... Hasta ahora la gente había sido bastante respetuosa pero esta zona me recordó mucho a los pesados vendedores chinos. Sólo que me estaban intentando vender sexo en lugar de baratijas.

Al final acabamos tomando cervezas en otro Wall Street, ya que parecía la opción más segura. Al menos podíamos asegurarnos de que no nos iban a cobrar u ofrecer algo más que alcohol. "Sólo" 500JPY/cerveza durante la happy hour (19.00-21.00). No pidáis alcohol. Viajar con MrK prácticamente me obliga a ello pero el resto podéis escapar el desastre financiero que es la consumición en este país.

Un sitio con curiosas paradas de ¿taxi?¿bus?¿prostifrutas?

Y llegados a este punto nos recogimos camino a casa. Paramos a cenar en un sitio cercano al hotel que resultó ser bastante barato y decente. Sepia (buena), ostras (dice MrK que buenas, yo no como esas cosas)., brochetas varias (meh en su mayor parte), empanadas (ok tirando a buenas, le faltaba relleno). Por cierto que empiezo a pensar que en cuanto nos ven cara de occidentales nos envían al sitio más apartado posible, porque no es ni medio normal que siempre estemos sólos...

Y con eso nos fuimos a dormir, esperando la llegada del temido Phanfone al día siguiente...

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