domingo, noviembre 23, 2014

Dos maduros en Japón (II) - Moshi Moshi

29 de Septiembre de 2014

Aterrizamos a las 9 en el aeropuerto de Narita sin ningún percance. Empiezo a sentirme raro, como si todo fuese demasiado bien. Pero como si alguien me leyese la mente, tenemos nuestro primer choque cultural. Al ir a recoger las maletas vemos a personal del aeropuerto bajándolas de la cinta y poniéndolas en el suelo. Nos resulta un poco raro y bastante innecesario, por no mencionar que seguro que más de uno se queda viendo la cinta dar vueltas hasta que le da por mirar el recoveco en el que las están dejando. ¿Será algún plan del gobierno para acabar con el paro a base de trabajos estúpidos?

Nuestro siguiente momento de tensión pasa rápido también. Somos capaces de cambiar dinero. Incluso somos capaces de cambiar los vales del JR Pass, una especie de barra libre para trenes de la ¿alianza? JR, por el auténtico pase y reservar sitio en el express dirección a Tokyo, el Narita Express o N'ex (que no se puede coger sin reserva por cierto). Otro empleo un tanto innecesario ya que te podrían vender el pase directamente. El duro trabajo de sacar un país adelante a base de empleos de utilidad cuestionable.

El paisaje desde el N'ex no es nada del otro mundo. Verde. Mucho verde. El aeropuerto está a tomar por... erm... alejado de Tokyo. Ríase usted del París Beauvais (sí, ese aeropuerto de París que está casi a las afueras de Londres... aunque bien pensado TODO está a las afueras de Londres...). Ocasionalmente se ven algunas pinceladas del Japón del imaginario popular. Casas estilo japonés con tejados empinados y relucientes. Campos de arroz con entregados granjeros dejándose el lomo, literalmente. Y, una vez llegados a la zona metropolitana, campos y campos de casas hasta donde alcanza la vista. Sorprendentemente no demasiado altas. Más bien todo lo contrario. Supongo que por los terremotos. Eso sí, vemos unas vías de monorrail... ¡tenemos que subir ahí!

No es un paisaje especial pero la foto mola mil
La estación de Tokyo no llama demasiado la atención. De hecho hay menos gente de la que esperaba, supongo que por ser ya las 10 de la mañana de un lunes. En lugar de coger el metro o el cercanías, decidimos ir andando hasta nuestro hotel, a pesar de los treinta minutos que nos separan. Nos colgamos las mochilas de donde podemos (la espalda una y la otra en un hombro o por delante), asaltamos la oficina de turismo en busca de un mapa y tiramos pa'lante.

Las primeras impresiones están muy ajustadas a lo que esperábamos. Para empezar, todo dios va de traje. Todo el mundo. Segundo, a pesar de que conducen por la izquierda, como los países civilizados, no parece ser una costumbre muy seguida a la hora de caminar. Las calles están relucientes, aunque hay una alarmante falta de papeleras. Los policías son aprendices de Jedi, con sables láser (o bueno, bastones con luces para dirigir el tráfico). Observando a estos y a unos obreros llegamos a una conclusión sobre el método japones de trabajo: todo se debe hacer por tríos. Dos rascándose la barriga y uno haciendo el trabajo real. Eficiencia máxima.

Por lo demás se me cae un poco el mito. No parece tan atiborrada la calle. Comparada con Beijing, está casi vacía. Apenas hay coches, y los que hay parecen de juguete. Si soplase un poco el viento se los llevaría por delante, estoy casi seguro. Y hace un calor sofocante para estar casi en Octubre.

Como no podía ser de otra forma, nos perdemos. Por suerte hay mapas en la calle que nos ayudan a reorientarnos y, tras algunas vueltas, conseguimos llegar al "hotel". Así entre comillas porque en realidad es un alquiler de apartamentos, lo que explica muchas cosas como el limitado horario de la recepción (de lunes a sábado de 9 a 17), aunque no el precio de 10€/noche y persona. El recepcionista nos acompaña hasta nuestra morada y nos hace descalzarnos antes de entrar, jurando y perjurando que no nos van a robar los zapatos que dejemos a la entrada (MrK no se fía un pelo de eso y aun vallekano como yo le produce un poco de urticaria y un sin vivir sobre si estarán ahí cuando se abra la puerta).  El apartamento es pequeñajo pero resultón. 2 camas, microondas, frigorífico, pila y un mini-baño de plástico todo él.

Nuestro nidito de amor

Tras asearnos un poco, deshacernos de todo lo prescindible (a.k.a. todo menos la Lonely Planet y la tablet) y pegarme un rato largo con la WiFi con router propio y WSP (vergüenza de teleco...), salimos a hacer nuestra primera ruta. Son las doce y media y nuestro rumbo nos dirige hacia el palacio imperial y el parque Kitanomaru, al lado de la estación de Tokyo. Pero por empezar a comprobar tiempos, decidimos ir hasta la estación JR más cercana y coger allí un cercanías (porque el metro no entra en el pase, y al menos yo soy una rata de cloaca). Quince minutos andando, tres de espera, dos de trayecto y diez de caminar hasta la salida. DIEZ. Empezamos a sospechar que no nos va a compensar...

Ya he mencionado que hace un día estupendísimo. Demasiado incluso. La mochila se me pega a la espalda como si fuera mantequilla. Los calcetines de invierno que cogí, iluso de mí, pensando que haría frío tampoco ayudan. Y mucho menos el sitio. Ante nosotros se abre una explanada grandísima de piedrecitas. Casi sin árboles ni sombras. 

Visto el desolador paisaje, decidimos que mejor comemos y luego ya si eso nos enfrentamos al sol. Volvemos a meternos en la estación ya que la atraviesa un centro comercial con bastantes locales de hostelería. Sé que me va a costar un poco soltarme con la comida, así que acabo con un seguro pollo empanado con arroz mientras MrK pilla unos filetes cocidos en salsa. Ni idea de la salsa. O de la carne de los filetes.

Algo más descansados y con la barriga llena salimos a explorar los jardines del antiguo palacio. Se ven los restos de la muralla y los fosos, enormes y llenos de agua pantanosa. Los jardines están bien, algún puente curioso y cosas así, pero la estrella es el jardín interior (Hygashi Gyoen) dentro de la muralla... que no podemos ver porque están cerrados los lunes y viernes de 9 a 16. Casualidades de la vida, es un lunes entre las 9 y las 16. Y la guía que usé para planificar el viaje decía exactamente eso. Para mí resulta un golpe demoledor comprobar que no puedo ser perfecto.

A cambio pudimos pasear todo lo que quisimos por este desierto carente de vida...

Decidimos dejar eso para otro día si nos sobra tiempo y bordeamos los jardines para ir al siguiente punto de la ruta. Pasamos por delante  del museo de ciencia (sin entrar, que el ritmo museo es mortal y más después de veinte horas de viaje) y también por delante del Budokan, un recinto octogonal que sirve de salón de eventos de la ciudad. Aquí paramos para hacer uso de una de las múltiples máquinas de bebidas que hay por toda la ciudad. Prácticamente en cada esquina. Yo de momento me contengo con un simple agua, pero MrK se coge una bebida con vitaminas. Si os lo preguntabais, sí, sabe a jarabe para la tos. Aquí es donde más acusamos la falta de papeleras, que provoca que acabe con las botellas en la mochila.

Junto al Budokan vemos un cuco ¿cementerio? ¿templo? ¿altar? y algún edificio llamativo de tres patas con una carretera de por medio. Continuamos hasta nuestro siguiente objetivo, el santuario de Yasukuni. Un impresionante y gigantesco tori nos da la bienvenida a un templo sintoista o budista., que nunca supe la diferencia Gente en pijama por todos lados, una chica disfraza de Rei, la sailor Marte, y poca cosa más. A riesgo de sonar condescendiente, visto un templo, vistos todos. Un poco como las iglesias. Aquí me empiezo a dar cuenta de que haber visitado China antes me va a quitar el impacto japonés. Todo parecía mejor allí o al menos más alienigena. Aquí lo más reseñable es lo de dejar tus deseos escritos en papeles y tablillas. Aunque reconozco que los diversos ejércitos de infantes de uniforme con gorro amarillo impresiona. Por cierto, que esta gente debe nacer y morir dentro del traje.

Tori + Altar + Sitio donde limpiarse antes de entrar (+ Campana) = Templo. Repetir ad nauseam.

Damos una vuelta por la zona, viendo el museo de la guerra (Yushukan) por fuera, y nos encaminamos hacia la zona de Akihabara, la zona friki. O una de ellas al menos. Resulta algo decepcionante. Que sí, que son varias manzanas llenas de neón y tal, pero no deja de ser una zona comercial peculiar. 

Entramos al edificio de Pachinko y vemos lo triste que debe ser la vida de esa gente para decidir pasar algo de tiempo en un local casi completamente a oscuras, con sonido ensordecedor y jugando a máquinas con interactividad tirando a baja. Cinco plantas llenas de eso y humo de cigarros. Acojo... asombroso. Creo que voy a inventar una máquina que te bombardee con luz potente y sonido techno y me haré de oro. 

Empezamos a recorrer el resto de Akihabara en busca de una cámara de fotos que comprarme.  Pero nos cansamos rápidamente y paramos a tomar algo. Bueno, o algo parecido. No sé si los japoneses entienden el concepto de bar como nosotros, ya que casi todo son restaurantes y la bebida es casi prohibitiva. El caso es que conseguimos encontrar lo más parecido a un bar. Como no, es un bar de inspiración española.

Cuando entramos nos saluda una ristra de jamones. Paredes con cuadros de flamencas como se las imaginaría un japones que jamás hubiese visto una folclórica (a.k.a. estilo manga). Impresionante el cuadro de una bailaora y una ¿jotera? enfrentadas. Puro estilo.

Al final encuentro un sitio donde tienen la cámara que quiero a un precio que estoy dispuesto a pagar, aunque necesito un poco de apoyo moral de MrK y que prácticamente me arranque la tarjeta de crédito de mis garras. El tío que me atiende habla lo justo de inglés pero más o menos me aseguro de que viene con manual y pantalla en inglés, así que me vale. Como dato, en muchas de estas tiendas no te cobran el IVA si eres extranjero, pero la compra debe ser superior a 20.000JPY. Intento comprar también una bolsa a juego, pero me dice que no tienen. Al salir veo bolsas de cámara... Un frío escalofrío me recorre la espalda mientras combato las ganas de recuperar mi dinero.

En ocasiones veo neón. Y entonces dejo de ver nada

El caso es que vamos a Yodobashi a por la dichosa bolsa y un filtro UV para proteger mi inversión. De camino vemos varios locales muy típicos de Akihabara: los maid café. Cafés servidos por señoritas jóvenes disfrazadas de criadas que son super super... algo. Muchas de ellas están por la calle intentando captar clientes, aunque ni de broma de forma tan agobiante como en China. De hecho, nada agobiante y apenas molesta, pero mola verlas. En un sentido estrictamente puro, claro. MrK se niega en redondo a ir a ninguno de los locales diciendo no sé qué de que Chuck Norris le arrancaría la cabeza de una patada giratoria a la primera maid que se le acercase. Creo que en venganza me voy a pasar el resto del viaje diciendo "Moshi Moshi", que no tiene nada que ver (de hecho es como contestan al teléfono), pero es lo suficientemente kawai (mona) y va a ser mi grito de guerra para darle el coñazo de ir a un maid café. A ver si hay suerte...

El caso es que acabo comprando todo y cenamos por la zona. El restaurante elegido está en el octavo piso de Yodabashi, un sitio cuya especialidad es el pollo rebozado. Bueno, pollo. En realidad pollo o cerdo, pero MrK tiene una fe ciega en que es pollo, así que pollo.

Hasta ahora no he hablado del servicio. Es muy bueno vayas donde vayas. Y no me refiero al baño. Te ponen agua de base, sólo por sentarte (o té o café dependiendo del sitio y de la hora). Y te suelen cobrar en caja cuando te vas, así no esperas a que te traigan la cuenta (que dejan en la mesa) y te cobren. Además, casi siempre tienen un botón en la mesa para llamar a las camareras. He visto más bien pocos camareros. O ninguno.

Y finalmente nos volvemos a casa, optando otra vez por el JR, lo que nos demuestra de una vez por todas que es una mala idea por el gasto de tiempo en el transbordo en Tokyo. Al entrar en la habitación notamos que se ha convertido en un pequeño horno, así que encendemos el aire acondicionado (¡¡casi en Octubre!!). Me pongo a juguetear con mi cámara nueva, como un niño en la mañana de Navidad. Lo primero que descubro es que no tiene manual en inglés. Lo segundo es que puedo cambiar el idioma a inglés, ya que el menú tiene la delicadeza de tener un símbolo de una cabeza con un globo saliendo de la boca. Más tranquilo, nos vamos a dormir que son veinte días como quién dice.

BONUS ROUND!!! Toneladas de fotos:

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5 comentarios:

Rodrigo Garcia Carmona dijo...

Ahora imagina haber ido en Agosto.

Deimar dijo...

Eso mismo decíamos nosotros... FUN

Anónimo dijo...

¿y qué cámara y objetivo compraste?

Deimar dijo...

Una Canon EOS Kiss X7i (la versión japonesa de la 700D) con un objetivo EF-S 18-135 IS STM. No me preguntes por el significado de las siglas del objetivo más alla de saber qué es el 18-135 :p

Anónimo dijo...

Muy buena combinación ☺

IS significa que está estabilizado, STM ni idea...