miércoles, noviembre 26, 2014

Dos maduros en Japón (III) - Alta Tensión

30 de Septiembre de 2014

¡Qué bien! Se me ocurrió apagar el aire acondicionado antes de irme a dormir y ha sido una de las mejores decisiones de mi vida. No, espera, no lo ha sido. El cuarto parecía una sauna y sólo he podido dormir a interválos. Fiesta. Pero aprovechando que nos morimos de calor, puedo felicitar a MrK a las 4 de la mañana. De todas formas teníamos que madrugar y eso, así que en el fondo nos viene bien... muy en el fondo...

Para el día de hoy la ruta nos lleva a dos ciudades en los alrededores de Tokyo, Kamakura y Yokohama. Así que cogemos lo imprescindible, que ahora incluye una preciosa cámara nueva, y vamos andando a la estación de Tokyo. De camino vemos un montón de gente yendo a trabajar, todos iguales con traje y camisa. Creo que un sastre lloraría ante la falta de variedad. Estoy seguro de que a los pocos que he visto cometiendo la osadía de ir con un traje gris o caqui les pegaban en el colegio...

El trayecto consta de dos tramos de tren diferentes. Pese a la hora, no están nada llenos. No sé cómo estará el metro pero claramente las leyendas no aplican al cercanías. Atocha a las ocho es órdenes de magnitud peor. Llegamos a la estación de Kamakura sin muchos problemas. Allí debemos cambiar de tren hacia el de (Hase) Kamakura. El nuevo tren no es JR así que toca cambiar de estación, aunque está pegada a la de JR. De hecho, nos líamos un poco al salir, no podía ser de otro modo, y una amable señora nos ayuda hablándonos e un perfecto inglés y haciendo de interlocutora con el señor de la taquilla en japonés. Aparentemente, hay que salir de la estación y entrar por la calle de nuevo, a pesar de que hay unos magníficos tornos que te permiten atravesar directamente de una estación a otras. Encuentro el sistema japonés algo confuso. Eso sí, el tren a Hase es puro amor japones y digno de mención. Es súper happy, todo pintado y con ranitas en el final de vía.

Happy Shinny people laughing!!

Caminamos un poco por el pueblo viendo las casas y templos de camino a la principal atracción de Kamakura. A pesar de su tamaño actual, Kamakura fue la capital de facto de Japón durante casi 200 años y aún conserva templos curiosones. El primero que vemos de hecho, Hase Dera, es bastante bonito y desde su punto más alto se puede ver todo Kamakura, incluyendo la playa. Incluso tiene una pequeña cueva que tienes que explorar casi en cuclillas (o de pie si eres de tamaño medio japonés). Pero podéis juzgar por vosotros mismos en la galería de abajo.

El otro templo importante de la zona, y principal reclamo, no es un templo, sino una estatua gigante de bronce de Buda al aire libre. Sé que me estoy repitiendo más que una escopeta de feria, lo que tiene su mérito teniendo en cuenta que llevamos dos días, pero los de China son mucho más impresionante, y MrK, que también ha hecho sus pinitos por esa zona de Asia, opinaba igual.

Estas son sus zapatillas así que imaginaos como es el buda...
Volvemos a la estación de Kamakura pero esta vez nos bajamos para ir a visitar el santuario de Hachiman. Tras deambular por una urbanización completamente vacía durante un rato largo empezamos a pensar que nos hemos equivocado de dirección en algún punto. Con el añadido de que además va a ser difícil preguntar a nadie. Por fortuna, al final encontramos a un señor que iba camino de su casa, en traje por supuesto, e intento hacer que comprenda a donde queremos ir enseñándole el mapa y haciendo gestos y tal. Me mira con cara de circunstancias y me pregunta en un inglés bastante mejor que el mío que si hablo inglés. Empiezo a pensar que ese mito que dice que los japoneses no hablan inglés es mentira. El tío incluso se da la vuelta y nos guía hasta la estación. Aquí la gente se esfuerza muchísimo cuando se trata de ayudar a alguien, lo que se agradece cuando estás tan perdido, la verdad.

Una vez en la estación, cruzamos las vías por un pequeño túnel y esta vez sí llegamos al templo atravesando una atestada calle comercial llena de turistas. El templo en sí... bueno, nada reseñable. Mirad las fotos, leches.

De vuelta a la estación, que ya prácticamente nos conocemos de memoria. Cogemos un tren a Kise-Kamakura para ver... venga, a ver si alguien lo adivina... sí, otro templo. El de Engoku-Ji. Pero este mola. Es un terreno enorme que engloba varios templos pequeñajos dentro, con cementerios, paseos por el bosque y una campana milenaria que como todo lo "interesante" está al final de unas empinadas escaleras. MrK y yo tenemos la teoría de que el kanji de "interesante" y el de "está alto que te cagas" son iguales y por eso nos confunden.

Muy muy pero que muy interesante...

Ya va siendo hora de comer y he de señalar aquí un problema entre MrK y yo. Como buena rata de cloaca que soy, yo estaba empeñado en minimizar el coste del viaje, que fácil podría llegar a los cuatro o cinco mil euros. Mientras MrK estaba empeñado en comer en todos los sitios pijos de a 50€ o más por persona. Si a eso le añadimos que me pasase el día entre foto y foto con mi cámara nueva, que los dos estabamos cansados y protestones y que llevabamos un ritmo algo infernal, pues surgieron algunas chispas. Nada grave, pero algo tenso.

Acabamos comiendo cerca de la estación de Yokohama, en un garito con cerveza relativamente barata. No os voy a engañar, ese fué el principal criterio para elegirlo. Pero sorprendentemente salió muy bien la cosa. La camarera que nos atendió había pasado seis meses en Barna aprendiendo español y lo hablaba bastante bien. Así que entre español e inglés nos informó de lo que había y recomendaba y al final pedimos sashimi (muy sabroso, no sé cómo puede cambiar el sabor del pescado crudo pero estaba mejor que en Madrid), sepia con una salsa chunga (muy buena también) y pulpo frito (casi lo mejor, pulpo rebozado y frito... ¡ñam!).

De vuelta a la estación tuvimos la oportunidad de ver un grupo de chicos con guantes blancos jugando a una recreativa en la que tenían que pasar las manos por una pantalla redonda siguiendo unas flechas y pulsar botones alrededor de la pantalla a una velocidad endiablada. Supongo que esta gente se toma todo con mucha diligencia, incluso convertirse en maestros de la máquina de las caricias...

La guía del friki recomendaba una visita al barrio chino de Yokohama, y ahí nos dirigimos. Pero la verdad es que empezamos a ver que nuestros gustos diferían sustancialmente de los suyos. O como  a MrK le gusta decir, cuando no has salido de tu pueblo todo te impresiona (sin acritud, que tampoco es que nosotros seamos el cúlmen del refinamiento y el gusto). ¿El barrio chino? Cuando has visto el de New York, Londres, Toronto y la propia China pues como que no llama especialmente la atención. Bueno, nos llamó la atención un local de sushi que tenía la foto de un señor gordito super contento junto a un atún más grande que él. Por fortuna incluso para MrK todavía no había pasado suficiente tiempo desde la comida o estoy seguro de que habríamos entrado. Por cierto, que me quedo sin batería en la cámara. Espero que aguante algo más porque si sólo lo hace medio día menuda chusta.

Por otra parte, en China no ves cosas tan monas como el señor panda...
La siguiente parada fue la torre Landmark, que tiene bastante buenas vistas de todo Yokohama a pesar de no ser muy alta. 69 plantas con un ascensor que sube en unos pocos segundos. Y justo debajo de ella paseamos por un pequeño parque de atracciones que es un poco meh, pero que está al lado del mar y eso siempre gusta. MrK incluso se reconcilia con un antiguo ídolo de juventud al que llama "el señor bollete", un personaje calvo, con los mofletes rojos y enormes y un traje de superhéroe rojo que me suena mucho aunque no le pongo nombre de verdad.

Como era el cumpleaños de MrK, quería ir a un sitio "en el que estuvieran los ejecutivos borrachos". No teníamos ni la más remota idea de dónde podría ser eso, y además parecía caro de pelotas, así que le propuse seguir con el plan de cenar en el fantástico museo del ramen de Yokohama y accedió. En realidad fue algo tenso, continuando la tónica del día, y tras pensarlo mientras esperábamos al tren y recordando unas palabras que me había soltado una sabía amiga ese mismo día sobre que gastar dinero no es malo, le dije que probásemos suerte en Roppongi.

Roppongi es una de las áreas famosas de Tokyo, aunque no teníamos muy claro el por qué. Quedó cristalino en cuanto bajamos del tren allí. Policía por todas partes. Extranjeros. Bares y restaurantes de extranjeros. Y callejones con chóferes esperando a la salida de algo que bien podían ser burdeles. Así que tras un rato de ver el espectáculo nos fuimos para casa, porque aquello era un poco sórdido hasta para MrK.

Con el tema de la cena aún por resolver, nos metimos en el primer sitio que pillamos. Con MrK, "el primer sitio que pillamos" suele implicar recorrerse varias veces las calles cercanas y comparar precios de cerveza y ambiente. Y el sitio agraciado resultó ser un local lleno de salarymen, el término con el que se denomina a los trajeados que se pasan la vida haciendo el mismo trabajo repetitivo en su empresa a cambio de una seguridad laborable que en ciertas ocasiones puede ser envidiable. Y ahí estaban bebiendo, comiendo y fumando mientras se sentaban descalzos en el suelo. Básicamente, nos había tocado el gordo y era justo lo que buscaba MrK. 

La comida estaba buena, aunque no era demasiado abundante. Pero lo peor fue la bebida. Ya he comentado que era cara, pero es que seis cervezas nos costaron más que cinco platos. Tras el palo, nos acercamos a un Lawson, una cadena de supermercados que está abiertos prácticamente 24h, para ver si podíamos sacar entradas para el museo Ghibli en una máquina que tienen dentro siguiendo estas instrucciones, que es la única manera de sacarlas para un extranjero una vez se está ya en Japón. Pero no tuvimos éxito, ya que al terminar el proceso nos aparecieron varios botones en japones que no sabíamos que significaban y que al pulsarlos nos llevaban a más pantallas en japonés. Con la decepción en el cuerpo, y algo de hambre, aprovechamos para cumplimentar nuestra cena con algo del supermercado. Y así comenzó nuestra historia de amor con el oniguiri (bolas de arroz).

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