domingo, mayo 26, 2013

Murder he wrote

Previously on Deimar's: Pues a ver, lo de siempre. Si es que este juego no avanza demasiado la trama salvo coger tarjetas y contraseñas nuevas. Y volar. Mucho tiempo volando. Haciendo nada. And that's what you missed on Deimar's.

La visita al vicepresidente de la compañía Transamericana de seguros fue corta y poco excitante. Peter Dull me informó de que Clark tenía un laboratorio en mitad del desierto, Death Valley, porque la recepción allí era mejor. Al parecer era alguna clase de especialista en satélites. También mencionó algo sobre la poliza de Linksy y de que Sylvia andaba cabreada. Pero mi mejor cualidad como detective es saber decirle a la gente que se meta el zapato en la boca cuando no me interesa lo que dice, así que salí de allí corriendo al laboratorio.

Pero en su vida secreta como el Comisario Gordon de Gotham, no es nada aburrido...

Por desgracia no fue lo suficientemente rápido y el valle hizo honor a su nombre. Al entrar al laboratorio lo encontré todo revuelto y con un cadáver en mitad de la habitación. No debía haber pasado mucho tiempo desde que los matones de Ley&Orden  habían cometido el asesinato. Si además se habían ido ya y no me habían estado esperando, es que habían encontrado lo que buscaban. Aún así rebusqué un poco por si se habían olvidado algo, empezando por el cadáver. 

El pobre Clark todavía llevaba su cartera, así que no había error sobre su identidad. Había muerto de muerte natural. Es natural que si te ponen un cordel alrededor del cuello y aprietan, te mueras. Parecía obra de un profesional. Del mismo que había liquidado a Davis sin duda, ya que las colillas que había en el suelo eran las mismas. Pero había cometido un error. Había dejado junto a las colillas una caja de cerillas del Big Surf Hotel. Satisfecho, seguí investigando, pero lo único que encontré fueron los planes para un satélite de alta frecuencia y unos guantes de piel.

Es un sitio curioso para echarse la siesta...

Con suerte, todavía podría haber cogido al asesino en su hotel. Pero ni la suerte ni la fuerza estuvieron conmigo aquel día. Cuando llegué, el conserje me permitió amablemente comprobar la lista de huéspedes. Enseguida me llamó la atención el habitante de la habitación 305, Big Jim Slade, el matón de Ley&Orden que trabajaba para MTC. El conserje me informó de que justo acaba de dejar la habitación, pero que todavía no la habían limpiado. Subí corriendo y confirmé mis sospechas sobre las colillas de cigarro, sin embargo no había ninguna prueba sobre el paradero de Slade. Pero sí sobre su siguiente víctima. Una nota de un tal R.K., Rober Knott (el líder de Ley&Orden) probablemente, le pedía eliminar a una tal Lola Lovetoy a petición de la gente de MTC.

No  hay nada que odie más que un racista hipócrita...

Localizar a la señorita Lovetoy no me llevó demasiado tiempo. La encontré en un garito de los bajos fondos. Al parecer, y haciendo honor a su nombre, había sido contratada por Tom Griffith, el CEO de MTC, para que "distrajese" a Frank Schimming, CEO de Gideon, y dejase de hacer preguntas sobre Overlord. Sin embargo, Lovetoy se acabó cansando porque Schimming era peor que un dolor de muelas y decidió dejarlo, lo que sin duda había propiciado que acabase en la lista de Slade. Me dió la dirección del apartamento en el que ella y Schimming se habían "distraido" mutuamente.

En el futuro cuesta mucho diferenciar una mujer de afecto negociable de una normal. Para ayudar, las cambian el nombre a algo obvio...

Al llegar al apartamento descubrí con sorpresa que alguien parecía estar viviendo en él. Una maleta cerca de la puerta me informó de que aquella era la vivienda actual de Big Jim Slade. Siendo así, no me sentí nada culpable por hurgar entre sus cosas. Y qué cosas. Slade era aún más depravado de lo que aparentaba. Entre la muñeca hinchable, el libro sobre como ligar con jovencitas y el reproductor holográfico en el que pude ver por fin a las buenorras de Marte (por razones puramente investigadoras), tenía muy claro qué hacía Slade en sus ratos libres. Lo que he hizo ponerme los guantes para registrar la habitación.

Sí, la protección de los guantes. Póntelo, pónselo...

Encontré una lista de sus objetivos: Harry Rice, Lola Lovetoy, Sonny Fletcher y... ups... Tex Murphy. Al menos ya sabía que estaba haciendo bien mi trabajo... Eso sí, la nota venía firmada por el mismísimo Robert Knott. Y con su dirección. Alguien iba a recibir mi visita en breve. También encontré la llave de una consigna de una estación de autobús. Desde que salió la normativa que obligaba a poner la dirección de la taquilla en la llave estás cosas eran menos emocionantes. También le cogí prestados 5000$ antes de salir hacia la estación. Por las molestias ocasionadas.

Y en la estación finalmente conseguí mi premio. La tarjeta negra y su contraseña: ROOK. Volví al laboratorio de Clark para ver qué contenía su terminal:

¡Oh, Dios mío! ¡Mi invento que sólo podría ser usado para fines malvados va a ser usado para fines malvados! ¡Oh, la ironía!

 Aprovechando el impetu, volví al laboratorio de Cal Davis y conseguí la caja que guardaba el gorila gracias al palo que había conseguido en el laboratorio de Greg Call. Contenía la tarjeta naranja, que inmediatamente introduje en su terminal:

Otro sorprendido... son unos linces estos científicos...

También volví al laboratorio de Call, y, al apartar la hiedra venenosa de la estalagmita gracias a los guantes, conseguí la tarjeta morada. Iba a utilizarla de inmediato en su terminal, pero me di cuenta de que no sabía su contraseña. Pero como sabía las otras siete y tenía la lista que había recopilado Fletcher para Linsky, no me costó nada adivinarla:

No estoy muy seguro de si cogieron a los más brillantes de cada campo o sólo a los más ilusos...

6 tarjetas, 8 contraseñas. Ya quedaba muy poco...

To be continued...

2 comentarios:

pHonta dijo...

Casi tan sagaces como el "geólogo" de Prometheus. Pero me alegra saber que los de Resident Evil no eran los únicos científicos que no las veían venir...

Deimar dijo...

Desde luego presentan la misma sagacidad que el biólogo:

¡Oh, mira! ¡Un cadaver! ¡Qué miedo!
¡Oh, mira! ¡Una serpiente viva y coleando! ¡Que mona! ¡Seguro que no muerde!