lunes, febrero 18, 2013

Si el amor llama a tu puerta

Cuando dejamos a nuestro héroe su vida pendía de un hilo. De un hilo muy fino llamado deadline... literalmente. Envenenado y lejos de cualquier atisbo de civilización, su vida parecía destinada a acabarse. Pero, de repente, el héroe recordó buscar en su cinturón y encontró el famoso bat-repelente-de-tiburones... este... bueno, casi. Aunque me vi en problemas, mantuve la cabeza fría y recordé algo que había leído en el libro de historia de Britannia: la magia.

¡Mira como hago desaparecer tu dinero! ¡Magia!

Cuando llegué a este mundo como bardo, noté una fuerza interior que no tenía en mi mundo natal. Leyendo el libro de historia (y el cómodo catálogo de hechizos que contiene) aprendí a concentrarme para producir efectos imposibles por medios materiales. En concreto, mezclando ginseng y ajo (o bueno, sacándolos de la bolsa, cerrando los ojos concentrado en un hechizo en concreto y rezando para que desaparezcan...) se convirtieron en un hechizo de sanación capaz de eliminar el veneno de mi cuerpo serrano. Esto de la magia podría estar muy bien. Si tuviera ingredientes para más de un hechizo de sanación. O si no tuviera que prepararlos de antemano al combate porque ponerse a sacar cosas de la bolsa y a cerrar los ojos cuando un ogro te esta aporreando con su garrota parece poco recomendable.

Volví a Britannia con mi nueva visión a ver si alguien me decía algo. Nope. Así no hay manera de convertirse  en vuestro redentor. Falta mucho espíritu colaborativo por aquí. Aunque bueno, esa no es una virtud. Fui al castillo a ver si Lord British se contaba algo nuevo, pero seguía con su misma cantinela. Lo que si encontré fue la habitación del adivino real (creo que voy a instalar una franquicia de reiki u homeopatía, claramente puedo hacerme de oro en este mundo). El adivino, Hawkind, me informó de mis avances hacia la perfección de cada una de las virtudes sobre las que le pregunté. Aunque claro, siendo un adivino, tuvo que ser lo más misterioso que pudo con cada respuesta. ¿Qué tienen de malo los números? Dime 5, 10 o 100, pero "Vas un poco desviado del camino" suena a que voy mal pero no sé cómo ni cuanto.

Ya, ya, ya. Ale, sáltate el rollo y dime el siguiente número de la lotería.

En fin, como estaba más perdido que un pez en el desierto recurrí a mi libro. Debí haberle echado más en profundidad porque según lo ojeaba me dí cuenta de que mencionaba a Hawkind. En fin. El caso es que cerca de Britannia tenía dos centros que podrían ofrecerme respuestas, justo detrás de las Montañas de la Serpiente: la abadía empática y Yew, la ciudad de los druidas. La abadía venía descrita como el centro espiritual de Britannia, construida por expreso mandato de Lord British. Parecía un buen lugar para enterarme con más detalle de lo que tenía que hacer. 

Erm... ¿alguien se olvidó de pagar el recibo de la luz?

Rodeé la cordillera y me adentré en el Gran Bosque. O más bien la gran jungla, dado que los árboles no me permitían ver a distancia y era difícil orientarse. Por suerte, encontré de forma más o menos rápida la abadía al borde de un lago.

Esta bien que esté fuera del bosque y así alguien pueda pretender poder llegar sin perderse...

La abadía era un sitio curioso, especialmente sus habitantes. El termino adecuado para sus habitantes no era monjes. Claramente, en mi mundo natal esta gente habría recibido otro nombre: hippies. La abadía era el centro del amor en Britannia. Todo el mundo te pregunta si buscas el amor, te desea suerte para encontrarlo y en general no entienden la vida sin amor. La verdad, acabe vomitando en una esquina cuando nadie me veía. 

¿Que si estoy qué de qué?  Perdón, creo que me he confundido. Buscaba la abadía empática, no La Ostra Azul...

La abadía está controlada por Lord Robert y Lady Marcy, hippies mayores sin mucho que decir. Ni siquiera me dijeron como demonios podía salir al jardín donde había un montón de gente que parecía mucho más interesante que la que había dentro. Por fortuna encontré a alguien que hizo que mi viaje no fuera completamente en vano: un ankh. Sí, yo también me sorprendí. Estaba en la capilla echándole monedas a una máquina de compasión y musitando algo para mí mismo sobre que los mendigos deberían buscarse un trabajo cuando el ankh que tenía a mi espalda me comentó que para entrar al abismo debía encontrar primero la vela del amor y que preguntase al bardo detrás del pasadizo secreto por él. Decirme dónde estaba ese pasadizo secreto era, obviamente, demasiado sencillo, así que comencé una búsqueda por toda la abadía que no tuvo ningún éxito. Ante mi derrota, y harto de que la gente intentase colgar collares de flores de mi cuello, salí de la abadía rumbo a Yew. 

Yo en realidad te estaba preguntando por sitios donde conocer mozas y eso pero supongo que lo de la vela tendrá que valer

Bordeé la costa buscando la ciudad sin éxito (debí haber subido rangos en buscar, seguro que la ciudad estaba delante de mí pero como fallé la tirada...). Lo que sí encontré fue otro altar en la costa. Supuse que era el de la honestidad, ya que los druidas son los encargados de velar por la justicia. Esta región está encargada de velar por el amor y la justicia. Espero en breves instantes ver cruzando a la guerrero luna por alguna parte. Intenté entrar pero una fuerza misteriosa me hizo ver que sin runa me podía ir a espigar un vallado. ¿Así que para eso valen? No debe haber mucha gente que medite en estos altares si tienen que andar buscando por los suelos las runas que los demás dejan en cualquier parte... El caso es que el altar estaba en una miasma. Y sí, ya se sabe lo que eso significa: envenado otra vez. Yay.

Zona pantanosa, mi vieja enemiga, nos volvemos a encontrar...

¿Conseguirá nuestro héroe sobrevivir al vene... Sí, lo consigue, que ya he dicho que me quedaba para un hechizo más de sanación.

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