10 de Octubre de 2014
Un día más en Kyoto, más templos por visitar. Pero con más calma. Incluso desayunamos en una cafetería cercana algo que no sean bolitas de arroz. ¡Cómo debía ser que hasta MrK accedió a comer en un sitio de corte occidental en lugar de oriental!. Una pizza-tostada y un zumo de sanguina al más puro estilo Dexter (o polvos Tang, que es a lo que sabe).
Hoy toca el noroeste de la ciudad. Una zona muy molona ya que está alejada del mundanal ruido en una zona rural dominada por la madre naturaleza, lo que siempre supone un cambio agradable incluso aunque hablemos de una ciudad como Kyoto.
Empezamos por el santuario de Tenryuji, un templo bonito, como todos, pero con unos jardines increíbles. Es impresionante la armonía conseguida a base de una cuidadosa planificación del jardín. Precioso.
El camino hacia el siguiente templo pasa a través de un bosque. Pero no un bosque cualquiera. Un bosque de juncos. El bosque de juncos es imponente, con juncos tan altos y tan juntos que apenas permiten ver el sol y uno espera encontrarse ninjas saltando de uno a otro. Casi como entrar en un manga. El resto del paseo después del bosque aunque no tan impresionante, es bastante bonito también.
Y así llegamos a Nison-in. Es un templo situado en la ladera de una colina. Tiene cosas curiosas, pero nada especialmente llamativo salvo quizás una vista decente de la ciudad desde la parte más alta del templo. Aquí vi uno de los típicos elementos de todo jardín manga que se precie: el junco que se va llenando de agua, vuelca y golpea el laguillo sobre el que está y vuelve a su posición para volver a llenarse de agua. Un amable señor que me vio sacando una foto me explicó que lejos de ser un elemento meramente decorativo como yo pensaba, suplía la función de ahuyentar a los animales con su ruido periódico. Además, nos explicó que es tradición golpear tres veces la campana del templo: para pedir un deseo para ti, un deseo para tus allegados y un tercer deseo para todo el mundo.
El tercer templo que visitamos en la zona, Gioji, aparte de bonito es curioso. Este pequeño templo se encuentra en una zona que parece una selva. El jardín que tiene montado es húmedo, caluroso y lleno de todo tipo de vegetación, con una especial atención a las flores en lugar de los típicos árboles que se ven en el resto de jardines.
Tras la visita nos damos la vuelta para ver el puente de Togetsu-kyo. No es especialmente impresionante pero yo creo que este puente le vendrá a la memoria a más de uno al verlo. La zona que lo rodea en sí es bonita, con playas llenas de botes de pesca, gente vestida de época por todas partes y un barrio a medio camino entre lo tradicional y lo moderno. Si acaso la única pega es que la zona está un poco masificada.
Nos fuimos a coger el tren para ir a la zona de Ninnaji. Aquí voy a hacer un comentario porque el tren que te lleva hasta allí es digno de una película del estudio Ghibli. En concreto el tren que toma Chihiro en El viaje de Chihiro. La estación está llena de pilones de colorines con dibujos de grullas y campesinos, y entrar al vagón es casi como transportarse a principios del siglo XX.
El templo de Ninnaji es de los más antiguos que hemos visto, o al menos el que más lo aparenta. Está más descuidado que el resto pero eso le da cierto encanto de parecer ser de verdad algo milenario. Mención especial a las habitaciones doradas con abundantes grabados en las paredes. Además tiene un jardín inmenso que aunque no es especialmente llamativo, es agradable de ver y de pasear.
De camino al siguiente templo nos paramos en un restaurante. La zona estaba bastante desierta, y el restaurante más. Mirando la carta, nos llamaron la atención las sopas de udon, fideos gruesos. Yo pedí una de tempura y MrK una de pescado que nos estaban nada mal, aunque la de tempura acabo teniendo un montón de rebozado flotando ya que se deshizo en la sopa.
Seguimos nuestro camino y, tras perdernos y entrar por error en un cementerio donde tuvimos que preguntarle a un señor que se estaba echando la siesta allí, por fin llegamos a Ryuanji, nuestro siguiente objetivo en la zona. Este templo es famoso por tener el jardín zen en el que se ven varias rocas que simbolizan Japón, y alrededor de cada roca la arena forma ondas como si fuesen las olas del mar. Además su jardín es enorme también y bastante bonito, con una gigantesca laguna llena de todo tipo de reptiles y aves.
Eran ya las tres de la tarde y nuestro plan era terminar los templos que nos habíamos dejado sin ver en la zona norte de Higashi. Intentamos coger un autobús JR, incluido en el JRPass, que salía justo en frente del templo para que nos dejase al lado de un metro y poder llegar con margen a los templos. Digo intentamos porque a eso de las tres y media vimos pasar al autobús por la acera contraria a la de la parada y fue entonces cuando nos fijamos en un cartel que teníamos al otro lado de la calle diciendo que la parada JR había sido movida. Los motivos por los que no lo vimos o para no poner el cartel en la antigua parada que todavía conservaba los carteles aún permanecen desconocidos.
Así que empezamos a callejear en dirección al metro. Nos medio perdimos un momento breve, pero al final a las cuatro ya estábamos en una estación JR. Francamente, tan hartos de templos y de andar que decidimos irnos al hotel.
Descansamos, hicimos la colada y al final nos fuimos a pasar el resto de la noche en la zona de Tokomocho, a ver la fiesta de Kyoto. Nos metimos en un restaurante de barrio, uno de esos donde a cada cliente que entra se le saluda y se le pregunta por sus niños, y cenamos un sushi... aceptable. Desde luego nada comparado al de Tsukiji. Luego estuvimos paseando un poco por la zona. He de mencionar que la gente que nos cruzamos me pareció muy muy rara. Al menos estéticamente. Por desgracia, un servidor empieza a notar ya los años y estaba destrozado, así que nos arrastré de vuelta al hotel a dormir.
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