miércoles, diciembre 17, 2014

Dos maduros en Japón (IX) - Japón rural a las fines aguas

6 de Octubre de 2014

Me voy a cagar en el maldito carnicero, su carne y la madre que les parió. ¡Qué mala digestión! Toda la noche dando vueltas sin poder dormir. Y encima nos levantamos pronto. Y sigue lloviendo. Más fuerte que ayer. Gracias Phanfone (aunque gracias por parar sólo los trenes y no los autobuses)(estas van sin sarcasmo).

Nos vestimos y abandonamos el hostal. En este hostal nos hacían dejar las zapatillas en casilleros a la entrada. Las zapatillas siguen ahí. Y siguen pareciendo contener todo el agua del Pacífico. Sorprendente para algo tan pequeño.

El caso es que vamos a la estación. El objetivo para hoy era coger un autobús al pueblo de Shirakawago, parar para verlo y luego seguir camino a Kanazawa. Pero con la que estaba cayendo preferimos esperar lo mínimo posible en Shirakawago y coger un autobús que estuviese sólo diez minutos en el pueblo.

Míralas como se ríen de nosotros mientras juegan en las colinas... Malditas nubes...

Pero como no podía ser de otra manera, según arrancó el autobús dejó de llover. Y el camino por las montañas era precioso. Y el pueblo también. Así que según llegamos cambiamos el billete para el siguiente autobús después del que teníamos. Así que teníamos una hora y media de margen para ver el pueblo. 

Obviamente se puso a llover otra vez.

Pero el pueblo es muy bonito. Shirakawago está en una posición envidiable. Rodeado de montañas verdes, teniendo que cruzar un puente sobre un río de aguas esmeralda y manteniendo las formas de una aldea del siglo anterior. O varios siglos atrás.

No voy a estropear la vista con mis palabras. Awesome.

Sin embargo, pierde algo de encanto al ver que todas las casas son tiendas o "museos". Aunque el pueblo es precioso con sus campos de arroz. Incluso bajo la lluvia.

Subimos al punto de observación del pueblo sobre las ruinas del castillo. Lo describiré por partes:

  1. La madre de todas las cuestas
  2. De castillo nada. Ni ruinas
  3. Ni osos, a pesar de los carteles. Yo también me habría quedado en la cueva para no mojarme
  4. Que vista más bonita
Algún día, todo esto que ves será tuyo...

Tras el tour todavía nos quedaban cuarenta minutos de esperar, así que nos compramos unas croquetas (malas) de vaca y bebida y nos dedicamos a hacer tiempo, satisfechos con la visita.

Kanazawa por otra parte es un mojón. La estación de autobús y tren es de lo más bonito que he visto, pero el encanto de la ciudad se acaba ahí. La lluvia no ayudó.

Según llegamos nos fuimos al hotel, donde no nos admitieron porque nos quedaba una hora para la hora de checkin (las tres). Pero al menos nos cogieron las mochilas y empezamos a caminar.

La calle principal es como caminar por un El Corte Inglés. Lleno de tiendas pijas y edificios feos, feos. Nuestro primer objetivo era ver el parque central, que dicen que es bonito. Y aunque por fuera lo parecía tras encontrarnos tres entradas en obras y que empezara a llover fuerte decidimos desistir.

Un parque precioso

Nos refugiamos en un Dewia. Que no es ni más ni menos que un El Corte Inglés japonés. Desde dentro intentamos otear sitios donde comer pero sin éxito. Así que empezamos a explorar de galería en galería hasta que por fin encontramos una creepería que nos diese de comer a esas horas. Nos pusieron un plato bastante curioso. Hamburguesa sobre tortilla sobre cama de arroz cubierto con salsa amarilla (que creo que llevaba queso), La carne era atroz, pero el plato en sí estaba buenísimo. Y nos iba a evitar tener que comer en una semana gracias al tremendo aporte calórico. MrK incluso lo hizo grande por 200JPY pero lo único que creció fue el plato, la tortilla y el arroz.

Puede parecer lo más marrano que puedes echarte a la boca. Probablemente lo sea. Pero sabe a gloria (siempre que no te comas la carne)

Amainó un poco y nos fuimos a ver los templos de la ciudad. Mojón. Encima están empotrados entre casas. Al tercero nos aburrimos y nos fuimos. No entiendo cómo pueden tener tantísimos templos todos juntos y sin posibilidad de diferenciarlos. Yo que me quejaba de la falta de variedad en las iglesias...

Pero los cuñaos del babero siempre me hacen gracia...

Así que les dieron por la parte de atrás a los templo y nos fuimos a la zona noble, llena de viviendas de samurais. La zona está bien, es bonito pero nada impresionante. Aunque por la hora no pudimos entrar a ninguna casa.

El toque samurai les ha quedado muy conseguido. Como si hubiese habido samurais por ahí de verdad....

Hicimos entonces un último intento al parque y conseguimos entrar, ver algunos jardines en obra (no nos colamos)  y un castillo lleno de cuervos antes de que cayese el diluvio y tuviésemos que huir corriendo al hotel a descansar un par de horas.

Un auténtico festín de cuervos. A ver si llegamos a la danza de dragones...

Esto que voy a decir puede sonar muy mal pero lo voy a decir de todas formas. Adoro los retretes de chorrito japoneses. Están muy bien, son calentitos y limpios. Y encima el hotel me dejó un kimono en la cama, para disgusto de MrK que hizo algún comentario sobre estar deshonrando a todos los ancestros de Japón de manera colectiva.

Bajamos a cenar por allí cerca (seguía lloviendo a mares) y nos metimos en un restaurante por sus almejas. Al sentarnos descubrimos con horror que nos habíamos equivocado y que en ese restaurante servían algún tipo de cocido de ingredientes indeterminados. Así que salimos corriendo ante la mirada estupefacta de los camareros y prácticamente nos metimos en el primer sitio que vimos para intentar esquivar sus miradas de odio. Y el sitio resultó estar bien. Caracolas, sepia, atún, bacon de ballena, sashimi de caballo y calamar en tempura. Y aún así supo a poco.

Y eso dio de sí el día. Nuestros equipajes siguen parados en Yamamoto en Tokyo, probablemente debido al tifón, así que mañana veremos si tenemos mochilas grandes o no.

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