jueves, agosto 01, 2013

El soldado (V)

De repente, Seluku notó una sensación inesperada. Los pelos de las piernas se le erizaron y un escalofrío recorrió su cuerpo. Viento.

- ¿Veis? ¡Os lo dije! – Clamó triunfante el Capitán - Una cueva tan grande tenía que tener otra salida al exterior. Vamos, daos prisa. Cuanto antes salgamos, mejor.

El viento les guió hasta una  hendidura en la pared de la cueva. El viento salía con fuerza de la grieta, como si la cueva entera estuviera llorando. El hueco, demasiado pequeño como para poder pasar. 

- No… no os preocupéis. Seguro que podemos encontrar alguna otro conducto. Tiene que haberlo. – Ni siquiera el capitán parecía demasiado seguro de su afirmación. 
- Es la segunda vez hoy que tus meteduras de pata nos ponen en peligro mortal. Creo que es hora de dejes a otro tomar el mando – Dijo Seluku.
- ¿Qué pasa Matapanes? ¿Crees que podrías vencerme? ¿Tú que eres el hazmerreir de todos los guardias? 

Seluku había conseguido atraer toda la frustración y desesperación del Capitán hacia sí. Empezaba a dudar de que hubiese sido buena idea. El Capitán conocía bien su estilo de lucha, y sabía que podía vencerle con facilidad. Pero no podía seguir dejando que les condujese a la muerte.

- ¡Aquí mando yo! ¡Que no se te olvide nunca! – Gritó el capitán golpeando con el puño la pared que tenía detrás para remarcarlo.

El golpe hizo que cayese una nube de polvo sobre ellos. Cuando la nube se despejó, pudieron ver la pared, que resultó no ser tal. Se encontraban delante de unas enormes puertas de oro macizo. Limpias ahora de polvo, la luz se reflejaba en su superficie, dejando ver unos relieves. Relieves que mostraban una escena dantesca. Cientos, si no miles, de awilus haciendo las tareas más penosas. Subiendo enormes piedras a enormes montañas, recibiendo latigazos, siendo apedreados, ardiendo en enormes calderos y comiendo tierra. 

Aquello no podía ser sino las puertas del Irkalla, pensó Seluku. Sintió un escalofrío recorriendo todo su cuerpo. Los relieves sólo mostraban awilus, los mushkenus no tenían sitio allí. El error del Capitán les había conducido a la muerte. Le miró y le pareció patético. Temblando y muerto de miedo,sin creer lo que veían sus ojos y sin poder articular palabra. Y fue entonces cuando Seluku cayó en la cuenta. Podía verle, había luz. 

Seluku se tiró rápidamente al suelo llevándose consigo a Puzur. Justo a tiempo, ya que de inmediato oyó el sonido de los pequeños proyectiles zumbando a su alrededor. El Capitán soltó un grito de dolor.

Levantó la cabeza y apenas creía lo que estaba viendo. Un fantasmal globo flotaba sobre el techo de la cueva, iluminando una zona bastante amplia con una mortecina luz azulada. Siete criaturas avanzaban en completo silencio por la cueva hacia ellos. Lentamente. Criaturas hechas de sombra, que recordaban la forma de un hombre. Habría jurado que una de ellas le devolvió la mirada, aunque no tenían ojos ni boca. La sombra levantó su brazo. El brazo estalló en decenas de pequeños proyectiles negrosque salieron volando en su dirección.

Seluku rodó sobre sí mismo esquivando los proyectiles y se puso en pie de un salto.

- ¡Levantad! ¡Hay que luchar! – Gritó desesperado.

Puzur estaba todavía en el suelo. Había rodado en dirección contraria y noparecía malherido. Bassia estaba acurrucado contra las puertas, intentando protegerse. El Capitán se retorcía en el suelo, gritando. 

Sus oponentes se estaban recomponiendo. El brazo de la sombra que le había disparado estaba reapareciendo, succionando la oscuridad de las zonas que el globo no iluminaba.Seluku no dudaba de que volvería a dispararles en cuanto estuviera completo.

- ¿! Queréis morir aquí !? ¡Luchad! – Volvió a gritar, desesperado, pero ninguno pareció reaccionar. Habían perdido las ganas de luchar, y Seluku las perdió con ellos.

No podían matar a los que ya estaban muertos. Era mejor rendirse. Su único alivio sería una muerte rápida. Más rápida que la del esclavo al que habían perseguido. Seluku se dejó caer de rodillas. La sombra más cercana se acercó a él, apuntándole con su brazo a escasa distancia. Seluku bajó la cabeza esperando el golpe de gracia.

Pero entonces miró a Puzur. Su mirada decía que no quería morir, pero que si tenía que hacerlo, lo haría mirando a la cara a sus enemigos.  Recordó entonces la promesa que se había hecho. No voy a morir aquí, se dijo, no al menos hasta que le haya sacado. Así que, con una determinación que no había conocido nunca, hizo lo único que podía hacer. 

Seluku cerró los ojos y golpeó con su espada a la sombra que se cernía sobre él.Si hubiera estado viva, Seluku hubiera dicho que el grito que dio fue de sorpresa. Y luego, de dolor...

El sonido que la criatura emitió fue mucho peor que cualquier otra cosa que hubiese escuchado. Abrió los ojos y vio al ser partido en dos. Cada uno de los pedazos deshaciéndose en el aire. 

Seluku apenas tuvo tiempo para procesar lo que acababa de pasar. Una nueva andanada de proyectiles se dirigió hacia él y tuvo que rodar por el suelo para esquivarlos. Su espada había quedado ennegrecida por el gople, como si se hubiera atrapado a parte de aquel ser. Aquello le llenó de coraje. Ahora que sabía que se les podía matar, no iban a poder detenerle. Su corazón latía fuertemente. Cargó.

Esquivó má saetas corriendo en zigzag y cortó a otra sombra en dos. Estaba exultante. Había tenido que luchar muchas veces en su vida, pero nunca por una causa que valiese la. Nunca había tenido un buen motivo para no avergonzarse de usar la espada o la lanza. Era un torbellino. Un demonio con una causa. Que aquellas criaturas le lanzasen todo lo que tuviesen, no iban a poder pararlo.

Cayeron otras dos. Criaturas lentas y estúpidas, no podían con su enorme habilidad y genio.

Otro aullido se unió al coro de las criaturas cuando Bassia partió a otra por la mitad.

Los dos luchadores se movieron completamente compenetrados. Rodearon a las dos sombras que quedaban, mientras estas no paraban de disparar sin acertarles. Saltaron sobre ellas al mismo tiempo. Y ya no quedaron enemigos.

Bassia y Seluku cruzaron sus miradas, resoplando. Bassia le sonrió y le hizo un gesto con la cabeza. Respeto. Eso era algo nuevo para el Matapanes. Tendría que pensar en un nuevo mote, algo más acorde.

De las criaturas no quedaba nada. Sólo el globo de luz que les iluminaba. Puzur había conseguido ponerse en pie utilizando su espada como apoyo.

- ¿Estás bien? – Le preguntó Seluku.
- Sí, gracias a ti – Le respondió con una sonrisa – Nos has salvado a todos.

El Capitán gritó de dolor, y los tres mushkenus le miraron. Seluku se acercó hacia él y vio que tenía varios dardos clavados en las piernas y brazos. Cuando vio aparecer a Seluku en su campo de visión, le miró implorante.

- Por favor, Matapanes, tienes que ayudarme., – Las lágrimas corrían por su cara como si se tratasen de canales.
- ¿Puedes moverte? – Preguntó Seluku
- No, no - El Capitán negó con la cabeza – Por favor, ayúdame, llévame a la superficie, te lo ruego. ¡No quiero morir aquí!

Seluku le miró unos segundos.

- Sólo nos retrasarías. – Dijo impasible. Y se alejó.
- No, por favor, Seluku. ¡No me abandones! 

Seluku se acercó a Puzur y le ayudó a caminar. Teniar que irse de allí antes de que viniesen más de esas cosas.

- Vamonos, volvamos por donde entramos y veamos si podemos salir. Es el único plan razonable.
- ¡NO PUEDES DEJARME AQUÍ! ¡BASSIA! ¡BASSIA! ¡AYÚDAME! – Los gritos del Capitán resonaron por toda la caverna. Incluso las puertas parecían acompañarle.

Bassia no contestó al Capitán. Le dio la espalda y empezó a caminar detrás de Seluku y Puzur.. Los gritos de auxilio se convirtieron en maldiciones. Y luego en dolor. Y finalmente, desaparecieron. 

Sus compañeros avanzaban en silencio, cabizbajo. Pero él no. Él sonreía. Le gustaba esta nueva vida. Una vida en la que no iba a actuar nunca más por cuenta ajena. Una vida en la que nada ni nadie podía pararle. En la que no era un desecho. 

Delante de ellos se oyó un rugido. Probablemente algún demonio o un gusano gigante. Daba igual. Nada iba a poder pararle. Al fin estaba al mando de su vida.

[Este relato ha sido publicado en Deimar's (http://deimar.blogspot.com) bajo licencia CC BY NC SA]

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